La caída de la Gran Babilonia

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Terminada la ceremonia religiosa, los esposos, precedidos por el rey y su anciano padre, condujeron al resto de invitados al banquete, que fue dado en el salón de los tales del palacio de Nabónidas. Se comió y se bebió en abundancia y todos los caudillos, en parte por respeto a la naturaleza de aquel acto, en parte fascinados por los cochinos espetados, los bueyes guarnecidos y el vino frente a los que estaban alineados, se abstuvieron de debatir abiertamente sobre la delicada situación militar en la que se encontraba Babilonia y se entregaron a un completo disfrute. No obstante lo cual, rondaron algunos comentarios en voz baja, y circularon, traídos y llevados por sus esclavos con el máximo secreto y disimulo, mensajes, preguntas y propuestas, estableciéndose allí mismo alianzas improvisadas, pactos que debían ser celosamente ocultados y acuerdos cuyos mismos juramentados sabían, en el acto de alcanzarlos, que los futuros azares de la guerra se encargarían de liberarles de cumplir. Todo ello, aprovechando la única ocasión de la campaña militar en la que el rey se había dignado reunirlos a una misma mesa. Nadie sentado a ella, por supuesto, se atrevió a pronunciar el nombre de Isaac, ahora famoso, aunque todos los presentes conocían la rivalidad que antaño enfrentase al hebreo con Utu por su esposa. A la mitad del banquete entraron las zampoñas, las cítaras y las bailarinas envueltas en sedas casi transparentes.




Nostaljia

Va cayendo la tarde con cara de perro
Salivando desprecio con dientes caninos
Sobre el polvo reseco de ardientes caminos
Que una exhausta campana amortaja en un cerro.

Solitario contemplo el ocaso cetrino
Recordando que un día mi alegría fue de hierro
Mi esperanza completa y completo mi yerro
Al creer que sería para siempre aquel vino.

Va cayendo la tarde… solitario está el pueblo
Yo sepulto un sollozo en cavernas sonoras
Las que antaño guardaron mil risas canoras
Mientras huelo el perfume de las horas que pueblo.

Va cayendo la tarde, ya la tierra la llora.
Ya se ha puesto en camino mi hermano siniestro
En silencio le aguardo con nostáljico estro
Sin temer su llegada, porque sé que me adora.

Y alegre con él me pondré en el camino
Hacia el Sol declinante de magnífico entierro
Acabados los días de mi largo destierro
En que añoro mi hogar y maldigo al destino.




La flor del hachís.

Mientras caían los pétalos de flor, uno a uno
Lentamente, uno a uno, yo pensaba
Pensamientos venidos de la nada
Como las olas de un mar de tiempo puro.

Desperté para mirar y hallé mi vida contemplada
Mi ambigüedad vital, su risa y el capullo
Que un jardinero fiel, acaso en días más duros
Guardado había por mí, como la madre airada.

Un amor repentino me invadió, un amor suyo
Para mirar y ver la claridad soñada
De aquella misma noche, de un hombre rudo…

La ciudad bruta, lo salvaje, me aguardaba,
En una sola condición, en sólo un puño,
Lentamente, olorosa, mientras se deshojaba…

Con la vívida impresión de mi terruño
Yo me daba cuenta de mi yo…
Y era otra vez la Nada.



Rey por un día


Dejad que anote versos
En el margen de vuestros corazones
Conceded a la venia de mis sinrazones
El importe y la monta de vuestras ecuaciones;
Las del pan en la mesa por las destas oraciones.

Quizás saquéis bolsillos de tiempo y estaciones
En el paso lento de tientos y canciones
Cuando todo apremia por juntar doblones
Escudos, maravillas y euros por millones…

Aquí hallaréis el pan tan sólo de versiones
De la única canción que escriben mis dolores
La paciencia, el tiempo y la flema de pasiones…

¡Dejad que cante un canto entre porrones
Santificando el vino de buenos compañones
Mientras duerme Durandarte y folla Maritornes!




Versos de cristiano viejo


Así como se dice que, dormidos
Nos vamos todos, a la fin, muriendo
Dejadme, obligaciones que, durmiendo,
A todas dé remate bien cumplido.

Si me llaman del trabajo estoy dormido
Si me llaman los compadres, ya bebiendo
Y estoy tan poco a poco ya muriendo
Que no respondo a otros conocidos

Y si cae la bolsa o sube el dividendo
Me pilla fraile, me pilla monaguillo
Y si sube el pan, pacífico y comiendo

Me pilla en un banquete tan sencillo
Como si ley monástica cumpliendo
Como si Rey... o perro lazarillo.




Sonetos y romances


Nada más inhumano que el silencio,
Mar espeso del llanto solitario,
Del infierno, su templo y santuario
En el yunque aislado del desierto.

Y nos miran las almas de los muertos
Implicando la voz de lo palmario
Mientras sube al monte del Calvario
El Logos acallado en sufrimiento.

Admitimos que Dios es Trinitario
Pues no hay Cristo que soporte los silencios
De un eterno vivir en solitario…

Y Mahoma enfatiza lo Unitario
Del Dios de los portales entreabiertos
Que aúllan su Imperio Atrabiliario.




Antología poética


En todo el decurso de mi sangre
Mil fueron afluyéndose arroyuelos
De pan duro, de rústicos y hambre
Bastardos, campesinos, reyezuelos
Cristianos, visigodos y los árabes
Cártagos, vándalos, béticos y suevos
Tartesos y romanos y huérfanos que fueron
Hermanos del misterio en raigambre
Ensanchándose siempre por veneros
Hasta aquel compadre a quién el hambre
Doblegó como a bestia, hasta que el suelo
Del camino polvoriento, en su arrastrarse
Palpó, hundido, como torpe y como bueno
(Engendrado a hurtadillas en corrales)
Hasta la Gran Ciudad de sus abuelos.

Y al entrar por ella, en los portales
Conoció por vez primera un olor nuevo:
¡El detritus! ¡El hedor espantoso de cochambre!
Venenoso licor, inmundo de lo muerto
Y en su espanto transido de calambre
Lo adoró como a terrible y hondo dueño
Y se dijo: "¡Dios! Hasta que me desastres
Te he de respirar con ansia y sueño
Hundido en tu barro de mal ángel
Y nunca tendré de ti renuevos
Que a mi ansia de licor sean bastantes."

Llovía; con sonrisa húmeda el converso
Con los ojos abiertos, por las calles
Se internó, aquél pobre mi abuelo.

Ya empezaban a seguirle, vigilantes
Los rapaces, traidores muchachuelos.




Miscelánea de poesía


No es el dolor de la caída
Ni ver la sangre de las venas cortadas
Ni es el colgarse a peso de una viga…

Es el frío, es que hará frío
Mucho frío.




Poemas de la pandemia.


Yo, que soy pecador,
Sé lo que Dios enseñó;
Que no es el buscar milagros
Si no el milagro, el amor.